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«Una decisión lo cambia todo»: Sabrina Martínez es una mujer de éxito

  • 2 septiembre, 2021
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Santo Domingo.- Sabrina Martínez es psicóloga organizacional con más de 13 años de ¨entrenamiento pago¨ – como le llama a su experiencia laboral- en empresas del sector privado en posiciones estratégicas y gerenciales. Tomó la decisión que lo cambió todo. Dejó un trabajo estable y emprendió. Hoy es una mujer de éxito.

Actualmente es la CEO de la ArboledaRD, ZonaChurrosRD, FabricaDeCoctelesRD. La covid-19 no le impidió su crecimiento y continúa emprendiendo y muy especialmente apoyando a otros emprendedores a través de asesorías con AvanzaPymes – Consultoría de Negocios-.

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Emprender en la República Dominicana: un gran desafío

En la flor de su plenitud, según familiares y amigos, asumió riesgos muy altos. Sin embargo, hoy disfruta de su firme decisión y de los aplausos en primera fila de ellos.

Martínez es certificada en coaching internacional y en coctelería internacional. Cuenta con post grados en administración de hoteles y restaurantes, relaciones públicas y corporativa, diplomado en organización de eventos. Ella asegura que ha tenido que ser autodidacta en Community Manager, Impuestos, Finanzas, …  y reflexiona que la educación debe reformularse.



«El éxito tiene que ver cómo afrontas las adversidades»

«El éxito es un muy íntimo. Cada cual le da su propio sentido, ya que -tiene que ver más con lo que para ti es importante y-o prioritario. Está relacionado con el autoreconocimiento y vinculado a cómo afrontas las adversidades», reflexiona la emprendedora millennial quien nos plantea estos ejemplos.

«¿Utilizas esa experiencia previa del  ”fracaso” como un recurso para volver a intentarlo en una segunda oportunidad y hacerlo mejor? o ¿ Te enfrascas en la emoción de que fracasaste-perdiste?

Para mí la emoción del éxito es el fruto de un trayecto donde sientes que te esforzaste, que superaste ciertas adversidades y que has logrado una o varias metas que para ti son importantes en cualquier ámbito de tu vida (familiar, vida personal, negocios-empresa, profesión, finanzas, salud mental y espiritual, etc)», enfatiza la joven empresaria.

«Rompo con las barreras del miedo y me reinvento»

Romper la barrera de los miedos es el desafío más grande que vive. «Confío plenamente en mis habilidades y fortalezas para saber integrar todo esto de forma estratégica. De la misma forma, reconozco mis debilidades y acepto lo que tengo que aprender.

Este conocimiento que he ido adquiriendo con el tiempo y la práctica, me ha ido generando seguridad. Ahora olfateo las oportunidades. Me reinvento constantemente, tomo mejores decisiones, disminuyo los periodos de incertidumbre a lo que toda empresa y empresario está expuesto. Busco mantener la llama de la marca encendida». 

La reinvención, en lo personal y empresarial

A modo empresarial práctico la reinvención. Establezco objetivos estratégicos mensuales que permitan que el negocio este subiendo constantemente una escalera. A esta práctica le agrego el valor de la diversificación, para que evolucione, gane nuevo público y supla distintas necesidades latentes en el mercado. Es importante que la marca esté a la altura de las nuevas tendencias; por lo que tengo que ser adaptativa y resiliente.

En el ámbito personal:

  • Saliendo de mi zona de confort en las decisiones que tomo.
  • Leo sobre temas nuevos o desconocido.
  • Práctico actividad física de forma rutinaria.
  • Salgo fuera de la ciudad.
  • Converso con personas que me nutren de su sabiduría y experiencias.
  • Hago actividades que me gusten y muy especialmente aquellas que me alejan del estado de presión constante al que me expongo.

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Sobre la autora: Dayanara Reyes Pujols es comunicadora de profesión, docente, productora y conductora. Creadora del espacio Desafío Millennial, una plataforma que se especializaba en el estilo de vida millennial. Para escuchar los episodios da click aquí o aquí. Hoy recomendamos «Estrategias de Comercialización en Plataformas Sociales ante el Covid-19″.

Sobre – MUJER DE ÉXITO-: Una serie de entrevistas realizadas por Dayanara Reyes, especialmente para Revestida, para presentar y conversar con mujeres de éxito. Su trayectoria, enseñanzas y experiencias.

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Venciendo el cáncer un paso a la vez

  • 31 octubre, 2016
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Después del cáncer cambian muchos aspectos de tu vida. En la de Carolina Morales el tiempo que le dedica a su familia ahora es más valioso. Su vida profesional no se interpone con las actividades esenciales de su primogénito Lucas, «como llevarlo al colegio» ni con el deseo de llevar a su segunda hija, Lía, a sus clases de ballet.

Un año y medio atrás la historia antes del cáncer fue así:

Carolina Morales. 28 años. Lactando a Lía, de dos meses, siente un bulto en su seno derecho. Busca asistencia de su doctor. Como es muy joven el médico le dice que no se alarme, que puede ser algo del mismo proceso de lactancia, pero que como quiera valía la pena investigar. Precisamente, tenía una masa inconclusa de dos centímetros, que luego de varios estudios en República Dominicana y en Nueva York determinaron la existencia de un cáncer de mama.



“El médico se lo dijo a Guaro, mi esposo, y él me lo dijo en la casa. No encontraba cómo decirlo. En ese momento yo no reaccioné. Cuando comencé a caer en cuenta de que tenía cáncer, él me dijo: -vamos a visitar al doctor mañana, a ver qué nos recomienda hacer y quédate tranquila, un paso a la vez-”.

Lo primero que le dijo su profesional de la salud fue que el cáncer de mama no es una sentencia de muerte. Así mismo la médico que la atendió en Nueva York para explicarle el protocolo de la quimioterapia, se lo recalcó. “Este es un proceso que dentro de unos años estarás como si nada hubiera pasado”, parafraseó Morales.

Y así fue este proceso para Carolina. Durante nuestra conversación, resaltó cómo los consejos de Guarionex (cariñosamente Guaro) y de toda su familia fueron su motor para mantenerse de pie, con buena cara y su mejor actitud. Ella sabía que no estaba sola en esto.

«Para serte sincera yo nunca pasé más de media hora pensando que me iba a morir». Claro, tenía momentos en que quería tirarse al piso a llorar y su esposo le brindaba consuelo, «pero había otros en los que él no me dejaba rendirme y me decía vamos a ir despacio, un paso a la vez».

El hecho de pensar un día a la vez, decirse «no te vuelvas loca con eso»…  Falta un año para la operación… Le funcionó. ¿En qué pensaba? En que tenía quimioterapia la semana que viene y tenía que beberse el jugo de guanábana o la vitamina para subir sus niveles de defensa porque dos días después del tratamiento tenía una boda, «y yo quería ir a la boda». Porque la vida continúa.

Y así le fueron quitando las vendas a ese tabú de que todo el que tiene cáncer se va a morir y su vida quedó ahí. No. Mientras más rápido la gente entienda que no es así, menos temor le tendrá y más fácil lo atacará. «Si le cogiste miedo, olvídate que perdiste la batalla. Esto se gana en la cabeza».

«Yo estoy enferma como puedo estarlo de diabetes o de varicela… Y la tengo ahora, pero eso no cambia la persona que soy. De hecho, me alejé de personas cercanas, porque sentía que me estaban dando el pésame con vida». Al contrario de la energía de otras amistades que le escribían para tomarse un trago luego de uno de los tratamientos de quimioterapia, nos comentó muy agradecida.

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Si te preguntas cómo Carolina alimentó su actitud en esta etapa de su vida, la lectura de dos libros fueron de mucha ayuda tanto en el ámbito estético como didáctico: «Why I wore lipstick to my mastectomy», de Geralyn Lucas; y «Mis recetas anticáncer», de la doctora española Odile Fernández .

Cuando leyó el libro del pintalabios y la mastectomía entendió que «tú te veías como te querías sentir». Entonces dijo: «bueno, si tengo una peluca y me estoy hinchando por los medicamentos, no tengo pestañas… me pondré pintalabios». Hemos muchas mujeres coquetas, entre ellas Carolina, «y para mí cuando tú te pones labial, aunque tú no hayas ido al salón, te sientes diferente. Yo traté de tomar esa medida, maquillarme y buscarle la vuelta para tratar de alegrarme porque la peluca no me encantaba, ya que sentía que todo el mundo sabía que llevaba una».

Cuando asumió que se le caería todo el cabello compró pelucas, una corta para el día a día y otra larga para cuando tuviera alguna boda o cumpleaños. «La nombré Sofi, todavía la tengo guardada». Recuerda cómo cada vez que salían de la casa Lucas le decía: «ponte la cabeza», haciendo alusión a la peluca.

El regreso de un viaje en 2016 la motivó a quitarse a Sofi, pues ya le había comenzado a crecer el cabello. «Fue una decisión que la hablé con mi esposo, mi mamá y mi suegra. Para mí era un asunto familiar y quería saber si ellos estaban preparados para que yo saliera sin peluca». Ese día Lucas dijo: «-mami ya no está enferma, porque ella ya no usa cabeza-. Aunque nosotros nunca le dijimos que tenía cáncer». Otra muestra de que los niños sí se dan cuenta de lo que sucede en un hogar.

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De vuelta al presente, Carolina, 30 años, venció el cáncer que se alojó en su seno derecho y ahora vive a un ritmo más pausado. «No voy a pelear con el tapón, lo más seguro esa persona que está ahí también pasa por algo», convirtiéndose en una persona con mayor empatía. «Tú no eres el centro de atención y todo el mundo también pasa por algo aunque no te des cuenta». ¿Qué más ha cambiado? Más que un cambio «una reconexión con papá Dios» y ese deseo de volver a encontrar y disfrutar de la esencia de las cosas.

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Conmigo

Madre soltera: la buena, la mala y la fea

  • 2 abril, 2014
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Nada mejor que escribir sobre la vida o la «etapa de cosecha» que estoy viviendo y que defino como misión cumplida.

Cuando cumplí 38 años, tenía un divorcio por delante y tres hijas menores que educar y orientar, muchas interrogantes pasaban por mi mente. ¿Cómo podré salir adelante con esta responsabilidad y no sucumbir en el intento? Me caí muchas veces, pero la gracia de Dios y el apoyo familiar nunca me faltaron y eso me ayudó a levantarme. Pienso que las mujeres divorciadas que no llevan buena relación con el padre de sus hijas comprenderán lo que describo.

Las hijas de repente crecieron y ya eran tres adolescentes del mismo tamaño, pero distintas en su modo de pensar, lo que me obligaba a ser la buena, la mala y la fea en la casa. En ese caer y levantarme siempre sentía la seguridad de que sembraba en buen terreno y que el sacrificio no sería en vano. Pues, si no me levantaba nadie iba a la escuela, nadie preparaba el desayuno y mucho menos iría al colegio.



En todos los momentos de nuestras vidas he sentido la presencia de Dios en mis días. Muchos ángeles me acompañaron en ese laberinto que fue mi vida mientras encaminaba a mis hijas para dar el salto cuántico hacía su vida universitaria y adulta.

Me decidí por este tema para expresar el sentimiento profundo de gratitud que nos abraza para el resto de nuestras vidas. Escribo en plural porque es el sentir de toda mi familia: padres ejemplares, hermanos incondicionales y amigos increíbles que me acompañaron en estas etapas. No hay palabras para describir su entrega y su amor incondicional mientras mis hijas crecían, decidían elegir una carrera universitaria y se hacían profesionales.

Siempre le pedía a Dios que me diera buena intuición para tomar las decisiones acertadas en cada circunstancia de la vida. Le pedía tener salud para poder seguir desarrollándome como ser humano y para poder acompañar a mis hijas en las experiencias que les tocara vivir.

Ya que hoy he entregado a la sociedad tres mujeres profesionales, responsables, honradas, fuertes y amorosas, puedo mirar atrás y comprender que esos desvelos y experiencias me llevaron a encontrar algo dentro de mí que hoy identifico como ‘valentía-coraje-fuerza interior’. La suma de todo eso me hace sentir plenamente satisfecha de la decisión que elegí al momento de ser madre soltera.

¿Que si fue fácil? Claro que NO. Trabajar, despertarlas, preparar desayuno, llevarlas al colegio, rendir en el trabajo que me desempeñaba, recogerlas en el colegio, llevarlas a casa, comer algo, supervisar sus tareas, las reuniones en el colegio, arropaban mi mundo.

Muchas veces me miraba en el espejo y me decía: el tiempo está pasando. ¡Y en realidad ha pasado mucho tiempo! Hoy tengo tres seres humanos increíbles como hijas, profesionales, esposas y madre. Son mi orgullo, mi satisfacción y me hacen sentir que la misión está cumplida, así que ¡salud!