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Hoy quiero andar ligera de equipaje y libre; por eso dejo atrás los que originaron cualquier herida que pueda tener guardada en mi corazón y sencillamente… perdonar.
¿Qué es perdonar? Es ejercitarnos en el amor, es ir mas allá de nuestro orgullo y humildemente aceptar las limitaciones de los demás, como ellos en su momento, también han tenido que aceptar las nuestras.
Perdonar, es entender que los otros no son infalibles, que se equivocan… como yo.
Regalo perdón a todos aquellos que me han provocado lagrimas, enojos e incomodidades. A cada uno de ellos, les digo que mas allá de mi sentir, está el deseo y la decisión de darles amor. Ese amor que no busca razones, sino que busca darse; ese amor que no contabiliza lo recibido, sino que se basa en lo que puede ofertar y dar; ese amor que Dios me da.
Pero la libertad que busco es una calle que se transita en doble vía… también pido perdón. A cada una de las personas que se han sentido ofendidos, decepcionados, lastimados por mi, solo les pido que me perdonen, que me regalen ese amor que transciende nuestro limitado accionar humano. Y que al perdonarme… me brinden otra oportunidad. La oportunidad de mostrarles una mejor versión de mi.
La vida se compone de la suma de alegrías y tristezas; satisfacciones y desilusiones; triunfos y fracasos. Es la combinación armoniosa entre estos contrastes lo que nos permite darnos cuenta que tenemos la capacidad de seguir adelante, reinventarnos… superarnos.
Darnos cuenta que somos frágiles, nos ayuda a tomar consciencia de que no somos infalibles. Descubrir que logramos superar una situación difícil, nos muestra que tenemos fortaleza. Y así vamos construyendo el hermoso camino de la evolución, del crecimiento.
Es gratificante ver el pasado y poder recordar con una sonrisa, lo que quizás vivimos entre llantos porque nos habla de la posibilidad de superar los desafíos que determinados tiempos nos plantean.
Nada es lo suficientemente grande para robarnos el todo, esta certeza nos ayuda a despedirnos de algunas épocas, situaciones o personas con la convicción de que estamos dejando «algo» pero que seguimos teniendo «todo».
Quien diga que no ha sufrido, ni llorado; tiene que reconocer que no ha vivido lo suficiente ni ha amado intensamente; pues sufrir y llorar es la escuela donde nos forjamos en el arte de amar.
Cada día hay que cultivar el deseo de aprender nuevas y mejores cosas; desaprender otras y sobre todo decidir seguir escribiendo nuestra historia con las páginas que sean necesarias, reconociendo que algunas se escribirán entre risas y otras entre lágrimas. Pero, benditas sean cada una de las palabras que cuenten que nuestra vida está siendo vivida, valorada… disfrutada.
Los días pasan rápido, los meses parecen volar y ni decir de los años, que parecen estar en una carrera de velocidad que nos deja sin aliento. Esta rapidez del tiempo nos envuelve en las prisas y esas prisas nos llevan a dejar de lado tantas cosas importantes. Cuando nos damos cuenta, nos consolamos diciendo: mañana. Pero ¿y si mañana pasa tan rápido que lo alcanzamos a ver cuando ya se ha convertido en ayer? ¿Y si mañana no están las cosas o personas de las que ayer dijimos que nos ocuparíamos?
Entendamos algo, no somos dueños del tiempo y a veces parece que creemos que sí. La vida sigue su curso aunque tu y yo nos sentemos a no hacer nada. La elección siempre será nuestra… o la vemos pasar o formamos parte de ella. No mañana, no después; pues no sabemos si para nosotros existirá ese futuro al cual le hemos reenviado nuestro presente. Hoy, ahora es el tiempo de ir en pos de nuestros sueños. Es aquí, es ahora, cuando debemos dar el amor que tenemos; es este el mejor tiempo para dar y darnos sin pretextos. Para ser y hacer… definitivamente hoy es el mejor momento.
Siempre recuerdo que en mis años de adolescencia una noche me desperté y vi una figura tenebrosa a través del cristal de la ventana. La angustia me invadió a tal punto que no me animaba a moverme para que ese ser siniestro no se diera cuenta que lo había descubierto y buscara la manera de entrar a mi habitación y hacerme daño.
Cerraba los ojos, tapaba mi rostro con la sábana. Mi respiración se agitaba, podía escuchar los latidos acelerados de mi corazón asustado y de vez en cuando, con mucha discreción volvía a mirar… Me di cuenta que parecía tener un sombrero. La tercera o cuarta vez que osé mirar, noté que su nariz era bastante pronunciada y que cuando yo lo miraba, él parecía presentirlo porque iniciaba un movimiento rítmico como si se fuese a lanzar hacia la ventana, pero permanecía ahí, en el mismo lugar. Cuánto miedo… Pensé tantas cosas: que era un maniático, un asesino en serie, un ladrón.
Y así fue pasando la madrugada, hasta que por fin llegó el amanecer. Lentamente me decidí a mirar y ver con más claridad ese delincuente y… gran sorpresa: ¡era una rama! Una rama que toda la noche danzó con el viento, lo que creí un sombrero, eran muchas hojas unidas en diversas direcciones en la parte superior.
Fue grande el impacto y mi sorpresa. Perdí mi sueño, me alteré, me angustié… ¡por una rama!
Ese día conocí el efecto que tiene en nosotros una «percepción». Ese dar por sentado lo que creemos sin cuestionamiento y en base a eso dar rienda suelta a un caudal de emociones, me sirvió de aprendizaje.
A veces me sorprendo sintiéndome mal o angustiándome por “ramas” que he interpretado de mil maneras.
Y tú… ¿acaso no estás llorando por una infidelidad que imaginas, una traición que sospechas, un engaño que vislumbras, etc., etc., etc.?
No dejes que ninguna «rama» te altere la vida ni te robe la paz. Enfrenta lo que ves, confronta sin miedo tus creencias, llena de luz la oscuridad que envuelve tus percepciones y verás que al acabarse la sombra descubrirás o la rama o el ladrón, pero ya no habrá percepción, será la realidad y con ella tendrás que aprender a lidiar.
¿Qué quieres ser? ¿Uno del montón? ¿Una copia mal hecha de todos aquellos «ídolos» que admiras?
¿Qué haces? ¿Las cosas que quieres o lo que te imponen los demás?
¿A dónde vas? ¿Acaso donde quieres ir o donde te puedan ver para que se den cuenta que estás «in»?
A veces estamos inmersos a responder a las “expectativas” de otros que nos perdemos en el camino y se nos olvida, quiénes somos y qué queremos. Perdemos de vista las cosas esenciales e importantes y de paso… nos perdemos de vista nosotros.
La verdad que no estamos llamados a ser perfectos ni a ser aceptados por todo el mundo. A lo que sí estamos llamados es a ser la mejor versión de nosotros cada día y a mostrarnos genuinos.
¡Por eso defínete! Sé quien eres, atrévete a ser distinta, a mostrar lo irrepetible y única que eres.
Muéstrate sin posturas, ni caretas…defiende tus puntos de vista, tus ideas.
En pocas palabras… ¿Te animas a ser tú?
Últimamente se habla mucho del ‘coaching’ y de un ‘coach’, pero me doy cuenta que hay muchas menciones y pocos conocimientos del tema.
Quisiera partir de una realidad que arropa a la mayoría de los seres humanos: Estamos viviendo tan a prisa, estamos tan llenos de ruidos internos y enfocados en tantos quehaceres que se nos está olvidando ‘ser’.
Cuando digo ‘ser’ hablo de ser protagonistas de nuestra existencia y no simples espectadores que se conforman con ver ir y venir cada día sin gestionar satisfacciones, celebrar alegrías y entusiasmarse por lo que son y hacen.
Un coach para la vida (‘life coach’) te acompaña en el hermoso proceso de descubrirte, enfocarte, rescatar tus sueños y potencializar lo que eres. No te dice qué hacer sino que te lleva a que logres identificar tus necesidades y recursos internos. No te da respuestas, sino más bien las preguntas que necesitas plantearte para encauzarte hacia una vida más plena, más feliz.
¿Quién piensa que la vida está destinada a ser una simple rutina de la que todos formamos parte? ¿Quién entiende que hay sueños que ya no podemos hacer realidad? ¿A quiénes se les van los días viviendo para resolver la vida de los demás y se pierden de vista en el proceso? ¿Cuántos se desgastan trabajando día y noche y se les olvida que pueden tener tiempo para ellos?
Como esas, muchas otras preguntas nos ayudarán a irnos identificando en uno u otro grupo y nos daremos cuenta que invertimos mucho tiempo y dinero en formarnos profesionalmente, pero nos boicoteamos la oportunidad de trabajar en nosotros, vivir más plenamente y ensayar esa posibilidad tan accesible como factible de… ser felices.
Es ahí donde entramos los ‘coaches’ para la vida, te ayudamos a detenerte para avanzar. A hacer pausas, para continuar. Te hacemos ver lo que necesitas modificar y mejorar para sentirte mejor. Te hacemos ver la necesidad de asumir tu vida como el proyecto más importante y te suministramos las herramientas para que no sea un sueño sino una realidad que puedas experimentar.
No te conformes con menos si puedes ser y tener más. Sólo necesitas desear superarte, vivir con satisfacción y tener consciencia de esos anhelos. De ahí partimos a asumir el compromiso que irá generando las acciones concretas que te llevarán a sonreír, mirar hacia atrás y preguntarte: ¿por qué sería que no me busqué un ‘coach’ antes?
El ‘coaching’, es ese acompañamiento en un proceso de cambio, potencialización y mejora. No es terapia, no es consejería. No es una fábrica de sueños irrealizables, ni un mercadeo barato… Es un método que se aplica con herramientas específicas y se enfoca en el logro de resultados.
Un ‘coach’ para la vida saca lo mejor de ti, para que puedas vivir de la mejor manera.
¿Tienes alguna razón o justificación para conformarte con menos si puedes lograr más? ¿Verdad que no? Pues de eso se trata, de desafiarte a ser lo que aspiras ser, a romper con la monotonía, la rutina, la apatía y dar el paso para empezar ese camino nuevo, diferente y atractivo que te lleva a lograr tus sueños, y mientras tanto te permite ir… disfrutando el camino.