A propósito de mi cumpleaños número veinticuatro, recordé que nos dicen que hay quienes “nacen sabiendo”. Pero yo nací preguntando. Desde entonces, camino este mundo como se camina un bosque en la niebla: con los sentidos abiertos, los pasos torpes y una fe que no siempre se entiende, pero nunca desaparece.
Como una hechicera sin manual, una viajera sin mapa. Nadie nos entrega un cuaderno de instrucciones al nacer en este mundo que gira más rápido que nuestras certezas.
Llegamos con el alma desnuda y los ojos bien abiertos, esperando que alguien nos diga por dónde empezar. Pero la vida no se enseña, se tropieza. Y caminarla es un arte que se aprende mientras se baila. Hay días en que avanzamos con paso firme, y otros en los que apenas logramos sostenernos de pie.
Nos educan con la ilusión de que existe un camino correcto, una estructura exacta, un ritmo al que debemos seguirle el compás. Pero la verdad es que todo esto es un gran acto de improvisación, de confiar en que el suelo aparecerá bajo nuestros pies justo antes de caer. Cada día es un escenario nuevo donde nadie ensayó. Cada elección es una nota suelta buscando armonía.
Y aunque a veces parezca que los demás tienen todo resuelto, no es cierto. Todos estamos intentando. Todos estamos fallando un poco, ajustando el rumbo a cada paso, preguntándonos en voz baja si esta será la dirección correcta. Sin antes aceptar que, en el fondo, todos compartimos la misma incertidumbre disfrazada de certeza. Y lo único verdaderamente necesario es solo un poco de silencio, algo de coraje y el deseo de seguir.
Este viaje, este experimento raro que llamamos vida, no se trata de hacerlo perfecto. Se trata de encontrar sentido en medio del caos, de rescatar belleza en lo inesperado, de reconocer la magia que se esconde en lo que no se planea. A veces basta una risa, un café compartido, un atardecer distinto. Esas pequeñas cosas nos recuerdan que estamos aquí, y que, a pesar de no saberlo todo, seguimos eligiendo quedarnos.
Si alguna vez sientes que no sabes lo que estás haciendo, no estás sola. Yo tampoco. Estoy improvisando, con miedo y con esperanza. También me pierdo. También tengo días en los que me siento pequeña frente al vasto cielo.
Y tal vez, esa sea precisamente la belleza de todo este camino, que no saber también es una forma de saber. Que caminar en puntillas también es avanzar. Que vivir sin guión es, a su modo, un acto de fe. El error es también una brújula. Porque en el fondo, no hay fórmula, pero sí hay intuición. Y un corazón que, aunque a veces duda, sigue latiendo hacia adelante.
Con amor,
Mariale.
-María Alejandra Hernández Rasuk.
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