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Nunca subestimemos un «avísame cuando llegues»

  • 11 abril, 2025
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Nunca subestimemos un «avísame cuando llegues». Porque aquellas palabras, tan simples y cotidianas, hoy cobran un significado profundamente desgarrador y doloroso. Nunca subestimemos su poder ni el eco que dejan cuando no hay quien responda “ya, llegué”.

Entre la euforia de una noche cualquiera, las risas, la música y las promesas de “nos vemos mañana”, se nos olvida que el mañana no está prometido para nadie. Todo puede cambiar en un suspiro, sin previo aviso ni explicación lógica.

El colapso no solo derrumbó un techo. Derrumbó certezas, planes, sueños, e incluso familias. Pero, sobre todo, aplastó el alma de todo un país y la esperanza de tantos que esperaban un regreso, un abrazo o, al menos, una llamada que confirmara que todo estaba bien.

Nunca subestimemos el vacío que deja una despedida sin previo aviso. Porque un segundo basta para cambiarlo todo. Y lo que parecía una salida más se convirtió en un escenario de despedidas que nunca debieron ser, que nadie imaginó y que hoy duelen en lo más profundo.



Hoy, el duelo nos visita sin pedir permiso ni aprobación. Y en su presencia, solo cabe el respeto, el silencio, la empatía y el amor. Un abrazo profundo a cada familia que se enfrenta a la ausencia, al dolor, a lo irreparable e incomprensible.

Ojalá de esta tristeza emerja también una valiosa enseñanza. Que aprendamos a decir “te quiero” sin motivo alguno, a preguntar “¿llegaste bien?” sin miedo o vergüenza al qué dirán, a abrazar más y con mejor intención, a valorar más los regresos, porque de esta catástrofe nos quedó claro que no todos los que salen, vuelven.

Esto es un llamado para que todos despertemos la empatía y la solidaridad. Que entendamos que amar es también cuidar, que acompañar es también esperar, y que la vida, por más rutinaria que parezca, siempre puede dar un giro inesperado. Y todos, sin excepción, debemos aprender a ser más agradecidos y a ver todo lo que parece “normal” como un regalo divino, frágil e irrepetible.

Valoremos, porque la vida es frágil y nadie tiene asegurado su retorno a casa. Valoremos los momentos con nuestros seres queridos, porque a veces, todo lo que damos por sentado un día se pone de pie… y no vuelve más.

 

Fotografia: Matthew Henry.

 

Con amor y con profundo respeto,  

Mariale.  

-María Alejandra Hernández Rasuk.


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