Santo Domingo.- En algún punto de la década pasada (dígase, entre el 2010 y el año innombrable) surgió un movimiento de una manera -en inicios- silenciosa, pero que, cuando colidó con el marketing, nos arropó desde todas las esquinas, casi como el polvo del Sahara lo hace ahora.
Entra el hustle culture. Un fenómeno que le “vio el lado positivo” a las crisis económicas de la época que hicieron que los profesionales (específicamente, los millenials) tomaran más de una fuente de ingresos y romantizaran todo el estrés que esto conlleva, hablando claro.
Este movimiento social moderno conoció a su aliada ideal, como si Batman conociera a Robin… pero vestida de rosado y con tacones: la cultura del girlboss.
Fuimos bombardeadas con blogs estilo revistas digitales en diferentes plataformas (como el mismo GirlBoss de Sophia Amoruso, lanzado en el 2017) y nos convertimos en el público meta de todas las marcas dirigidas a mujeres, atrayéndonos hacia este discurso, una taza con las palabras “U got this” y “Female CEO” a la vez.
Surgió un infinito mar de podcasts sobre empoderamiento femenino mezclado a la vida laboral y el mundo corporativo. Conectamos con las primeras influencers que usaban blazers y tacones , demostrándonos como son madres de 3 niños y logran malabarear esto con ser la líder de un exitoso negocio y -¡también!- ser una bestseller, invitada a todos los talkshows.
Con este dúo legendario, pasamos de “Tengo dos o tres trabajos porque los necesito” a “Tengo múltiples fuentes de ingreso ¡Y soy celebrada por eso!”. Con la premisa de que las mujeres lo podemos todo, sumado al “la gente joven lo puede todo”, estar dentro del llamado “hustle culture” se convirtió en una métrica de nuestra valía.
Un giro en los acontecimientos
Sin embargo, en esta nueva década, algo en el pensamiento colectivo cambió. No es que mágicamente dejamos de buscar nuevos trabajos y más fuentes que nuestros 9 a 5, pero si se agregaron ciertas preguntas:
“Espérate un momento, ¿Yo de verdad me estoy pasando los días enteros trabajando? ¿Cuánto tiempo tengo sin ver a mis amigos o mi familia? ¿De verdad necesito decirle que sí a todas las ‘picotas’? ¿En algún momento sentiré que mi ingreso es suficiente? ¿Me estoy priorizando?”
Y aquí, empezó el principio del fin de la cultura del joseo.
En buen dominicano, ya no tamo’ cogiendo esa
La conversación está cambiando y estamos empezando a poner el balance como una prioridad. Estas condiciones nuevas han cambiado aspectos cruciales de nuestras vidas (por ejemplo, las modalidades híbridas en los trabajos y las necesidades de horarios flexibles) y han significado un cambio en la forma en que los medios de comunicación se dirigen hacia sus consumidores.
Las empresas han pasado de lucrarse de la constante búsqueda de validación de las personas a parecer un defensor de la calidad de su vida y el balance que puedan encontrar entre sus deberes y sus derechos.
Incluso, las respuestas de los usuarios han cambiado. En las plataformas digitales, hemos empezado a ver como el contenido creado por las personas está resultando en una mezcla interesante entre “Soy una mujer con tres trabajos, una relación y una vida social” a “¿Tú sabes qué? Unas vacaciones desconectada del mundo cada 4 meses es justo y necesario…¡Y cuidao’ si me hablan de trabajo los fines de semana!”
En fin, hasta la belleza cansa y todo en exceso es malo
Al final de cuentas, lo que descubrimos es que ser abanderadas del trabajo incansable no es sostenible en el tiempo.
¡Pero no nos confundamos! porque una cosa no quita la otra. Todavía necesitamos las conversaciones alrededor del empoderamiento femenino, de las búsqueda de estabilidad económica y el alcance del éxito (sin importar cuál sea nuestra perspectiva). Lo que este tema nos ha enseñado es que no es que dejemos de ‘josear’ por lo que queremos, pero si es importante detenernos, respirar, descansar…y buscar un balance.
Porque siempre debemos ir detrás de lo que queremos y salir victoriosas en la carrera hacia el éxito… sin dejar que nuestra salud y estabilidad mental no nos acompañen en la línea de meta.
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