El Día del Padre, aunque para muchas personas es una fecha de celebración, para otras mujeres representa un día cargado de emociones encontradas. Lejos de las felicitaciones y los regalos, este día puede traer a la superficie heridas antiguas: la ausencia de un padre, la figura distante o la presencia que nunca se sintió como tal.
Para algunas, es un día agridulce. Se activa una especie de duelo por lo que no fue: el abrazo que no llegó, la protección que no se sintió, las palabras que se esperaron por años y nunca se escucharon. Puede surgir la tristeza, la rabia, la frustración, incluso la envidia de aquellas que sí vivieron una paternidad presente y amorosa.

Pero tener esos sentimientos no te hace débil, ni ingrata. Te hace humana. Te conecta con la parte más vulnerable de ti: la niña que fuiste, esperando ser vista y valorada.
Sin embargo, ese guion de insatisfacción no tiene por qué definir tu historia. La paternidad emocional que no recibiste puede ser una invitación a algo profundamente transformador: comenzar a paternarte a ti misma.
Paternarte es aprender a cuidarte con firmeza, a poner límites con amor, a sostenerte cuando la vida se tambalea. Es convertirte en esa figura interna que te dice: “Aquí estoy. Te veo. Te respaldo.”
Es permitirte reconocer lo que dolió, sin quedarte atrapada en el dolor. Es mirar hacia atrás sin quedarte a vivir allí.
Sanar la herida de la ausencia paterna no es olvidar ni justificar, es comprender y transformar. Es atreverte a construir un vínculo contigo desde el amor, la protección y el respeto que mereces.
Y desde ahí, decidir qué tipo de relaciones quieres cultivar, qué patrones quieres romper y qué legado emocional quieres dejar.
Este Día del Padre, si la fecha te incomoda, no te obligues a sonreír ni a forzar celebraciones. En cambio, date el permiso de sentir, de llorar si hace falta, de escribirle una carta a esa niña que fuiste y prometerle que no volverá a sentirse sola.
Porque, aunque no hayas tenido el padre que necesitabas, aún puedes ser para ti la figura que te contenga, te impulse y te haga sentir segura.
Y eso también es motivo de celebración.
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