Conmigo

Cómo lidiar con personas difíciles

  • 29 agosto, 2013
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Te cae mal. Mal. Tan mal que si le pudieras poner acento a mal para énfasis, lo hicieras. Te duele la cabeza ahora que te estás imaginando a esa criatura y aprietas los dientes recordando la última cosa que hizo.

No entiendes por qué no se ha abierto la tierra y se la ha llevado, porque es que no puede ser justo que el mundo (¡el mundo!) esté obligado a aguantar la existencia de este espécimen.

Es que es de verdad que te cae mal.



Lo que más te quita el sueño (además de su existencia en sentido general) es que estás obligada a relacionarte con ‘esa excusa de ser humano’. Sea porque tienen muchos amigos en común, porque trabajan juntos, o porque es un miembro de tu familia (o la de tu pareja), interactuar con esa persona es inevitable.

Probablemente, esa/ese ‘indeseable’ no sabe lo poco que puedes durar en una misma habitación en su presencia. O sí lo sabe, y disfruta de molestarte con acciones pasivo-agresivas que te hacen perder los nervios. Y tú, que estás tratando de «ser la mejor persona»  y no arruinar el ambiente, guardas silencio y lo aguantas. Mientras tanto, esos sentimientos te consumen y añaden estrés innecesario a tu vida. 

Hay que recordar que al guardar rencores el único que sufre es quien los colecciona, así que intenta mejorar tu relación (o manejar mejor tu ira) con ese otro individuo tomando lo siguiente en cuenta:

Sé cordial, pero mantenlo breve
No estás obligada a fingir que te agrada cuando no es así. Si son colegas en el trabajo, es suficiente con ser cordial para trabajar en armonía. A veces creemos que estamos obligados a tener una buena relación con todos, o no podemos evitar querer instigar peleas, o hallar motivos para incomodarnos con esa persona buscándole conversación. Lo mejor es sacarla de tu mente e ignorarla, habla con ella o él sólo cuando tenga que ver con trabajo. Si es una persona inteligente, se dará cuenta que eso es lo único que buscas en esa relación y hará lo mismo.

No lo analices de más
Están en un grupo de amigos pasándola bien, cuando de repente esa persona hace un comentario sobre tus zapatos delante de todo el grupo: “¡Qué lindos están tus pumps! Casi no se nota que están como rotos en la suela”. Sabes que es ofensivo porque la conoces; siempre estás esperando que te ataque de alguna forma u otra. Si la persona que te cae mal tiene una actitud así de ácida contigo, aprovechando cualquier ocasión para ser desagradable o lanzar indirectas, no respondas. 

Apaga tu señal en búsqueda de mensajes subliminales antagónicos y deja que el comentario se pierda. Sonríe y coméntale lo lindo que le quedan los aretes, y dilo de verdad. (O mejor aún, hazle el favor de señalarle lo mucho que te presta atención, le obligará a dejarte tranquila o a afrontarte directamente). 

Intenta comprender
Todos somos humanos. Quizá esta persona no esté entre tus favoritas más por sus creencias o moral que por la forma en que te trata. En este caso, lo que toca es ser considerada. Aunque no estás obligada a ser amiga de todos, sí tienes el deber de tratar de comprender a los otros como te gustaría que te comprendieran a ti. Así que la próxima vez que tu jefe mande un odioso correo plagado de faltas ortográficas exigiendo un trabajo de la mejor calidad en el menor tiempo posible, recuerda que es humano, y perdonar se siente divino.

Sé honesta
Lamentablemente, mucha de las personas que nos caen mal simplemente son desagradables; no hay comprensión que valga. Hay quienes tienen la necesidad de empujar los límites personales y con frecuencia instigan una disputa, o buscan lastimar. Con gente así, sé franca. Déjales saber que no te gusta su comportamiento y que preferirías si te dejase tranquila. Suena rudo, sí, pero no se le puede tener miedo a ser ruda con alguien que busca hacerte daño. No es una relación con la que quieras continuar.

*Si nada de ésto funciona, imagínate que están estreñidos todo el tiempo. No da paz mental, pero da mucha risa. 

Familia

Mis hijos no quieren salir conmigo

  • 12 agosto, 2013
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“He tenido que aprender que no es que te dejan de querer.” Dice Mariana, madre de dos hijos, el ‘más pequeño’ un adolescente terminando el bachillerato. Acostumbrada a cuidar de sus hijos, salir con ellos y que ellos quisieran andar pegados de ella todo el tiempo, le fue difícil acostumbrarse a la etapa difícil en que parece que los hijos “dejan de necesitarte”.

“Mi hijo dice que yo lo ahogo, que necesita espacio”, dijo Mariana, “dice que tengo que dejarlo que haga lo suyo.” Los psicólogos están de acuerdo con el hijo de Mariana. Los seres humanos aprenden de la experiencia y de los errores que cometen. Si los padres no les permiten equivocarse, o tomar sus propias decisiones, es probable que no desarrollen la confianza necesaria para salir al mundo.

Para Mariana ha sido difícil acostumbrarse a sentirse un poco sola, pero ha conseguido entenderlo. Durante la adolescencia, comienzan a aumentar los círculos de amigos y conocidos, el mundo del que ya no es niño/a empieza a girar fuera del entorno familiar.



“Lo que peor cae es que hay que seguirlos queriendo aunque se pongan odiosos”, dice riéndose. Si ese amor que sigue dando viene con espacio, entonces la etapa de descubrir y conocer nuevos ambientes no necesariamente resultará en olvidar a la familia por completo.

Así lo demuestra la hija mayor de Mariana, que se mudó hace tiempo de la casa, y aunque es completamente independiente (económicamente) de su familia, sigue teniendo una relación con su madre. “Ahora me lo cuenta todo. Aunque vive lejos, me siento menos sola.”

Y hasta el hijo, con su fiebre de que no quieren que se le peguen, se acuerda de que su madre está tratando de darle el espacio que necesita. Mariana contó que cuando él se fue de viaje, lo primero que hizo fue comprarle un regalo.

*Cambiamos los nombres para que al hijo de Mariana no le dé vergüenza. Con eso de que está en esa etapa.

 

Bienestar

Cuatro beneficios de hacer yoga

  • 7 agosto, 2013
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Si estás pensando en comenzar a tener una vida más saludable hay muchas decisiones que tienes que tomar. Debes pensar en comidas a eliminar de tu dieta (quizá lo más difícil), qué rutina o tipo de ejercicios comenzarás a hacer, y en qué actividades piensas que comenzarás a involucrarte.

Hay que saber que las cosas no funcionan igual para todo el mundo, sino que dependerá de tu condición de salud, tu disposición y disciplina. Dicho eso, hay algunos ejercicios cuyos beneficios son buenos como sea–así que si quieres tener una vida más saludable, éstas son algunas razones de por qué hacer yoga debería ser la primera decisión que tomes:

1. Flexibilidad:

Quizás en la primera clase tocar la punta de tus pies sea una misión imposible, pero si continúas realizando los ejercicios se hará más fácil lograr poses que ni te imaginabas (lo que te ayudará en más de un ámbito, ¿eh?). Sin mencionar que te ayudará a aliviar dolores musculares que ni sabías que tenías.



2. Para perder peso:

Beth Lewis, profesora de la escuela de kinesiología de la Universidad de Minnesota, declaró al portal Livescience que aunque hacer yoga no resulta en una pérdida significativa de peso, los efectos de este ejercicio sobre el estado mental cambian la relación que se tiene con el cuerpo, lo que hace a las personas más conscientes de lo que consumen.

3. Paz & tranquilidad:

El yoga es un ejercicio para el cuerpo y la mente. Al aprender a balancear el cuerpo, a concentrarse y meditar, el cerebro produce químicos que ayudan con el estrés, la ansiedad y la depresión. Según la escuela de medicina de Harvard, varios estudios han comprobado que tomar clases de yoga con regularidad (o practicarlo en casa) ayuda considerablemente a reducir niveles de ansiedad en mujeres.

4. Controlar la ira:

Hacer yoga desarrolla la paciencia y la concentración, ayudando a manejar mejor situaciones de estrés y a tener un mejor control sobre el estado emocional.

Nada, entonces, ¡a meditar!