La vida se compone de la suma de alegrías y tristezas; satisfacciones y desilusiones; triunfos y fracasos. Es la combinación armoniosa entre estos contrastes lo que nos permite darnos cuenta que tenemos la capacidad de seguir adelante, reinventarnos… superarnos.
Darnos cuenta que somos frágiles, nos ayuda a tomar consciencia de que no somos infalibles. Descubrir que logramos superar una situación difícil, nos muestra que tenemos fortaleza. Y así vamos construyendo el hermoso camino de la evolución, del crecimiento.
Es gratificante ver el pasado y poder recordar con una sonrisa, lo que quizás vivimos entre llantos porque nos habla de la posibilidad de superar los desafíos que determinados tiempos nos plantean.
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Nada es lo suficientemente grande para robarnos el todo, esta certeza nos ayuda a despedirnos de algunas épocas, situaciones o personas con la convicción de que estamos dejando «algo» pero que seguimos teniendo «todo».
Quien diga que no ha sufrido, ni llorado; tiene que reconocer que no ha vivido lo suficiente ni ha amado intensamente; pues sufrir y llorar es la escuela donde nos forjamos en el arte de amar.
Cada día hay que cultivar el deseo de aprender nuevas y mejores cosas; desaprender otras y sobre todo decidir seguir escribiendo nuestra historia con las páginas que sean necesarias, reconociendo que algunas se escribirán entre risas y otras entre lágrimas. Pero, benditas sean cada una de las palabras que cuenten que nuestra vida está siendo vivida, valorada… disfrutada.
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