Bienestar

El síndrome de la cabaña que trajo el coronavirus

  • 12 junio, 2020
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Hemos tenido que quedarnos en casa muchos días. Lo seguimos llamando cuarentena, pero ese número hace tiempo que dejó el calendario atrás. Dicen que solo hacen falta 21 días para cambiar un hábito. Por lo tanto, nosotros hemos adquirido hábitos de confinamiento.

Karem González nos habla sobre el síndrome de la cabaña.

El deseo de salir, de compartir físicamente con otras personas, sobre todo con aquellas que queremos, se mantienen. Pero resulta que cuando te dicen que ya puedes salir de casa, que comienza la desescalada te das cuenta que te invade el miedo, la ansiedad y el exterior se convierte en una amenaza real.

Este sentimiento, como nos explica la psicóloga clínica Karem González, se conoce como el “síndrome de la cabaña”o cabin fever. Un terminó que se acuñó a principios del siglo XX para describir los efectos de soledad que se producían por el aislamiento invernal en las zonas rurales más apartadas de Estados Unidos.

¿Qué pasa en esa “cabaña”?

“Describe el cuadro psicológico que se caracteriza por miedo a salir a la calle, a exponerse y al contacto social, así como una aversión al exterior y sentimientos de preocupación constante a la contaminación o germofobia (a los gérmenes)”.



Primero. Es completamente normal después de haber pasado tantos días entre cuatro paredes, más bien, como señala Karem, es una consecuencia conocida o incluso podría verse como “natural” al pasar tanto tiempo excluidos del contacto social abierto.

“Quien manifiesta el “síndrome de la cabaña” puede experimentar ahora, por un lado, confort, seguridad y tranquilidad en las actividades en casa a la vez que ansiedad, evitación e irritabilidad por el mero hecho de pensar en salir a la calle o retomar la vida que tenía antes del confinamiento” , describe.

Nuestro hogar se ha convertido en nuestro refugio, literalmente. Y lo mismo ha pasado con los más pequeños de la casa quienes, además, han estado informados a través de sus padres o de los datos sesgados que les llegaban, sin olvidar que la ansiedad y el temor de los adultos se transfiere muchas veces sin uno darse cuenta. Los pequeños son como esponjas, todo lo absorben y saben cuando pasa algo.

El mayor miedo sigue siendo contraer el coronavirus. Y es un sentimiento adaptativo que nos hace tomar las medidas de higiene y seguridad necesarias para prevenir cualquier contagio. Pero deja de ser “normal” cuando toma las riendas de tu vida y te limita cualquier actividad de contacto, de ocio, de crecimiento, de desenvolvimiento diario y crees que solo vas a estar segura en casa.

¿Qué hacer si tienes el síndrome de la cabaña?

Si reconoces alguna de estas manifestaciones, el primer paso que recomienda la especialista es que valides tus emociones y pensamientos de miedo e inseguridad, y des espacio a compartirlo con tus seres más cercanos.  Recuerda que todos estamos angustiados y sentimos miedo, por lo tanto el acercamiento y contención emocional son más que necesarios en estos momentos, tanto para adultos como para los niños.

Mantener las medidas de prevención y seguridad,  exponerte lenta y gradualmente a la nueva realidad y mantener rutas y rutinas que permitan una integración más armoniosa. A veces comenzar por lo más sencillo es lo que te da más seguridad, ponte metas y ve cumpliéndolas sin forzarte.

Con tus hijos, no olvides que eres su referencia, debes tener cuidado en cómo verbalizas las cosas y en cómo actúas frente a ellos. Es importante que entiendan que esta nueva normalidad que tanto van a escuchar es una consecuencia de un cambio en su entorno, pero que tienen la capacidad y la flexibilidad para adaptarse y salir sin tener miedo.

El primer paso es, definitivamente, desconfinar tu mente para poder manejar tu entorno de la forma más controlada posible y, sobre todo, que te de tranquilidad. Hay que pensar que este virus puso el mundo completamente del revés, pero tienes la oportunidad de tomar el control del tuyo y salir de casa más fuerte y confiando en ti misma.

Karem González en psicóloga clínica, terapeuta y docente universitaria.