Bienestar

Soy la única mujer en mi oficina

  • 16 julio, 2013
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No le gustaba su nuevo trabajo a Lucía. No le pagaba tanto como le hacía falta, las tareas eran demasiadas, los jefes le habían reducido el tiempo de almuerzo a media hora y  era difícil acostumbrarse al ambiente.

Se sintió intimidada al principio. Sabía (o al menos creía) que era buena en lo que hacía, y no se asustaba fácil ante los retos ni la gente nueva. Pero el círculo de ‘los veteranos’ de la oficina parecía un poco cerrado. Era como si fueran un “club sólo para varones”, y de hecho, Lucía era la primera mujer que pasaba a formar parte del equipo.

«Fue difícil acostumbrarse a los chistes pesados», dijo. Tuvo que aprender a no ofenderse todas las veces que le decían que le harían un favor a cambio de sexo.  Se vio forzada a hablarles en el mismo lenguaje y a formar parte de las ‘bromas’ de mal gusto. “Si me hacían un chiste colorao’, yo respondía con otro escarlata”.

Trabajó en el lugar por tres años, más por necesidad que por amor al oficio. Terminó encariñándose (ni modo) con sus compañeros a pesar de los comentarios sobre su apariencia, las insinuaciones con ánimo de ofensa sobre sus preferencias sexuales y a pesar de que tuvo que frenar ‘los relajos’ más de una vez.



Aunque fueron muchas cosas las que al final la hicieron irse por una mejor oferta, el ambiente fue “una de las cosas por las cuales no volvería.”

Afuera, le daba vergüenza hablar de cómo se sentía en su oficina. Pensaba (o sabía) que no la iban a tomar en serio, que la iban a calificar de ‘melodramática’. Después de todo, en materia del trabajo, se sentía como parte importante del equipo y con frecuencia le eran asignadas tareas especiales. De seguro, pensaba, los chistes no tenían nada que ver con que era mujer sino con que simplemente era ‘una más entre los chicos’.

Así funciona siempre: cae sobre la mujer la responsabilidad de ‘aguantarse’, ‘entender’ y ‘aprender’. Aguantarse las ofensas, ‘entender’ que así son los hombres y ‘aprender’ a quererlos. 

Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) la proporción de empleo por género es de 49.1% de mujeres frente a un 74.3% de hombres. El proceso del posicionamiento de la mujer en el mundo laboral ha sido un esfuerzo que ha atravesado siglos y que avanza con lentitud.

Aunque los frutos de este esfuerzo no han sido pocos, todavía queda mucho por avanzar cuando se considera que como Lucía, más de cuatro de diez mujeres dicen que se han sentido discriminadas en su lugar de trabajo al menos una vez.

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