Aunque en este país el fin de verano es mucho más largo que en otros lugares, porque el largo de los días no cambia tanto y la temperatura se mantiene igual, el re-inicio de labores en los centros educativos, implica que ya termina esta época y empieza el último cuatrimestre del año.
Debo antes aclarar que el verano, para mí, todavía es una época especial. Todavía me queda ese sentimiento de libertad cuando llega junio–aunque mis responsabilidades de trabajo y familia se mantienen igual, interiormente mantengo esa actitud de que todo es posible. La espontaneidad reina durante el verano para mí y por eso me da cierto pesar verlo terminar.
Si embargo, me encanta esta época de fin de año. Ya empieza el ambiente de fiesta. La brisita (si es una brisita, pero uno aprende a apreciarla) de la mañana, el cambio de mercancías en las tiendas, los colores, los planes de Navidad, hasta los tapones en la calle (porque no todo puede ser pefecto).
En estos días, hago un esfuerzo consciente de gozar lo que queda del año. En esta época trato de tener más paciencia. El hecho de que ese calor excesivo de agosto ya ha cambiado ayuda mucho. Trato de ver el lado positivo de las cosas y de celebrar cualquier evento que se presente, al máximo.
Por ahí vienen muchos conciertos, fiestas de Navidad y muchos chances de compartir con compañeros de trabajo, con los hijos, con amistades. Aprovechemos el momento y no lo dejemos pasar. Yo sé que muchas veces el cansancio y el estrés nos convencen que es mejor quedarnos en casa y recuperar energía. Sin embargo, la energía positiva que nos da sonreír y gozar es incomparable y es lo que nos renueva por adentro. No dejemos pasar el chance.
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