Imagen de Andrew Salgado
En cada arruga de tu rostro puedo adivinar historias.
Cuéntamelas!…quiero conocerlas todas.
Déjame conocerte. Me abro a ti y te escucho con atención.
Saboreo cada letra que sale de tus labios en voz e historia.
Me aprendo el movimiento de tu boca mientras tu experiencia va tomando forma de palabra.
Veo el brillo de tu mirada.
Por momentos se te escapa una ilusión infantil que ha permanecido intacta.
Veo el dolor y las empresas inconclusas. Los capítulos abiertos.
Las palabras no dichas…
Tengo todo el tiempo para escucharte.
Si lo dejara de tener, fabricaré relojes con mis manos y haré más horas, solo para nosotros, solo para seguir escuchándote.
Puedo ver como la esperanza sale disparada en tus gestos, en forma de chispazos divertidos.
Ella, la esperanza, ha estado ahí siempre,
aunque te resistas a creerlo.
En algún momento del camino te compraste la idea de que todo estaba perdido, pero es mentira
y deberás descubrir que todo apenas empieza.
No creas que te sabes todos los colores. No!
Yo misma tengo tonos que nunca viste y yo misma
vi en tu rostro tonos que me cegaron, destellantes.
Entre el tabaco y el café,
mi boca conoció tonos tierras maravillosos.
Te los devolví con ribetes dorados!
No. Esto apenas empieza.
¿Ya te conté de los relojes? atrásalos o adelántalos a tu gusto.
De igual modo el tiempo de escucharte está ahí.
Ya te seleccioné con cuidado las horas y los minutos, para escuchar tus historias.
Y cuando no puedas articular palabra, entonces, cuéntamela con las manos. Que tus dedos sean la tinta. Te presto mi piel para que siembres la palabra y que crezcan los amores.
© Derechos de Autor Gnosis Rivera.-
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