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Santo Domingo.- Cuando hablamos de pérdidas y duelos, la mayoría de nosotros tenemos una reacción un poco torpe, no sabemos qué decir ni qué hacer. Somos una sociedad emocionalmente fóbica que se rehúsa al procesamiento de las emociones complejas, que intenta y a veces obliga a las personas a “ver las cosas por el lado bueno”, pero en ocasiones esto simplemente no es posible.
La vida a veces no es justa, no es cierta y en ocasiones no es segura. Tal es el caso para personas que atraviesan una pérdida o duelo ambiguo.
Pérdida ambigua
Una pérdida ambigua se define, según, Pauline Boss, como aquel estado de duelo crónico en el que la persona no puede procesar su situación de dolor por la pérdida. Ya sea que experimenta una situación de ausencia física de la que permanece una presencia psicológica o, por otro lado, de pérdida psicológica de la que se mantiene presencia física.
Es literalmente vivir con alguien que está, pero no está. Ambigüedad: incertidumbre, ausencia, presencia en diferentes modos. Dolor en todo caso.
«Es muy importante darle espacio al doliente de lamentarse por lo que pudo haber sido y no será, o lo que pudo ser y no se sabrá».
Impacto
Este tipo de pérdida es la que mayor índice de ansiedad provoca porque muchas veces permanece sin ser aclarada, conclusa o procesada. Por tal razón, es el tipo de duelo con mayor propensión a convertirse en duelo crónico- patológico.
El doliente por lo general no se siente validado o entendido y puede vivir en un estado de incredulidad constante. Ejemplos de pérdida ambigua son: personas desaparecidas, secuestros, exilio, o enfermedades como enfermedad de Alzheimer, hijos con discapacidades físicas y/o intelectuales, personas con discapacidad psiquiátrica severa, personas en estado vegetativo o coma.
La pérdida ambigua hace que nos sintamos incompetentes. Erosiona nuestra sensación de ser dueños de nuestra propia vida y de que el mundo sea un lugar justo, ordenado y manejable.
No sabemos qué hacer cuando un ser querido está ausente o presente en parte. En materia de familia, esta situación desorganiza las estructuras, tradiciones y rituales familiares, ya que es muy difícil ponerse de acuerdo cuando nadie tiene respuestas, ni noción real de lo que sucede.
En términos de rituales que acompañen la perdida, como muchas veces no existe un cuerpo, no es posible despedirse, lo que imposibilita el efecto de “cierre”, necesario para procesar e integrar las perdidas emocionales. Esto hace que la familia maneje niveles altos de desesperación y desesperanza, lo que puede traer como consecuencia un estrés crónico y distorsión cognitiva en los dolientes.
Entre los síntomas más identificables están: dificultades para el sueño, trastornos psicosomáticos, dificultades en las relaciones interpersonales, depresión y desordenes de ansiedad.
Duelo ambiguo
En el duelo ambiguo, las personas viven con la vida en un gran paréntesis, es como vivir en pausa con la felicidad y estabilidad interrumpidas por tiempo indefinido.
Como todo duelo, el o los dolientes necesitan apoyo y validación de su entorno, necesitan permitirse vivir su duelo basado en la realidad del momento. Los conceptos de justicia y esperanza necesitan ser reaprendidos y no forzar al doliente a “hacer un cierre” pues esto no podrá suceder.
Ante la pregunta de «¿Cuántos hijos tienes?», a la mujer que tiene un hijo desaparecido o «¿Cómo está tu papá?», para la hija con un padre con Alzheimer, las respuestas pueden tener la libertad de incluir ambas realidades en su narrativa: “mi hijo está aquí pero no está”; “mi papá está bien en nuestros recuerdos”, validando así las dos dimensiones de la realidad en la que aprende a vivir. La realidad emocional (donde siempre están los que amamos) y la realidad material.
Es muy importante darle espacio al doliente de lamentarse por lo que pudo haber sido y no será, o lo que pudo ser y no se sabrá.
En casos en los que se observe marcado deterioro físico y/o psicológico, signos de descuido, descompensación o crisis, es necesario que los dolientes pueden recibir acompañamiento psicológico en abordaje de duelo, crisis y traumas. Es completamente posible y realista tener calidad de vida, aún en el peor de los momentos.
Sobre lic. Karem González
Psicóloga clínica, egresada Magna Cum Laude de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Completó sus estudios superiores con una Maestría en Psicología de la Salud en la Universidad Antonio de Nebrija, España.
Actualmente culmina una especialidad en Terapia Familiar Sistémica en la UASD. Especialista en diversos abordajes de psicoterapia, con mayor concentración en Dependencias afectivas, Codependencia Clínica y Acompañamiento y manejo de Duelo.
Sobre el Centro Integral Lotus: es un espacio para el bienestar integral del individuo y la familia. Brindan asistencia, evaluación y apoyo en las distintas etapas evolutivas de la persona y el núcleo familiar. A través de un equipo multidisciplinario ofrecen servicios de psicoterapia familiar, infanto- juvenil, individual y parejas. Contactos: [email protected]
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