Los millennials son nombrados por muchos como una generación que no quiere tener hijos. Aparecen como responsables de las estadísticas que muestran una reducción de los nacimientos con respecto a décadas anteriores, donde las familias estaban conformadas por 2, 3 y hasta 4 hijos.
Leila y Ramón tienen 2 años de casados.
Con 27 años de edad su proyecto de vida en pareja incluye trabajar en los próximos tres años. Luego echar a andar su emprendimiento que les permita independizarse por completo en otros tres y adquirir una vivienda propia. Todo con el objetivo de lograr una estabilidad económica para afrontar con mejores y más recursos la decisión de ser padres.
Manuela y Luciano, por su parte, son novios y desde hace nueve meses viven juntos.
Recién graduados, con altas aspiraciones profesionales, son firmes al afirmar que “no, jamás tendremos hijos”. Tampoco tienen planificado casarse pues consideran que “un papel no cambia nada”. Se visualizan exitosos e independientes; su definición de la realización personal es: “poder viajar y conocer el mundo, mientras hacemos lo que más nos gusta”.
Ambas historias, aunque ficticias, muestran el pensamiento de muchas parejas jóvenes de la generación llamada millennials (que va de los nacidos entre 1980 al 2000).
Son confrontados por una realidad. Jornadas dobles y hasta triples de trabajo para alcanzar un desarrollo y éxito profesional pero a la vez, una vida familiar.
Según el Centro de Control y Prevención de Enfermedades los nacimientos en 2017 un 2%, hasta 3,85 millones, la cifra bajo desde 1987.
Una decisión de vida
Un sondeo que realizamos entre varios jóvenes de entre 25 a 35 años arrojó que sus prioridades son diferentes a las de sus padres.
“La mujer de hoy en día lleva una vida de trabajo casi similar o igual a la del hombre, pienso que también sucede porque la mujer está más proyectada a ser independiente desde todos los sentidos de la palabra”, dice Claudia Lobo una de las chicas entrevistadas.
En cuanto a los chicos, “el hombre de esta generación no habla tanto de hijos ni de matrimonio” porque tiene objetivos muy personales que difieren de tener familia. Marcos Mijares afirma que su enfoque está en cumplir sus “planes profesionales”.
Para la otra parte, los millennials que sí consideran la posibilidad de convertirse en padres algún día, tener hijos más que una consecuencia de la vida de pareja es una “decisión” que toman con mucha seriedad.
“No es que nosotras las chicas no queramos tener niños solo que pensamos en tenerlos como una decisión de vida trascendental que implica una estabilidad económica para darle a nuestros hijos la mejor educación”, dice Lobo.
Los millennials son muy acuciosos a la hora de plantearse un futuro con hijos. Quieren trabajar para cambiar su presente, en el que las largas jornadas laborales dejan pocas horas para el compartir familiar.
Al respecto Claudia es tajante: “dentro de mi proyecto de vida está que mis hijos estudien en un buen colegio bilingüe, estudien en el exterior, tener una casa propia, pero no solo eso, quiero tener el tiempo para disfrutar con ellos, cosa que un trabajo normal de 10 horas no te permite”.
“Muchas de nosotras buscamos cortar las cadenas que vienen en nuestras familias, de padres y madres separados; para sencillamente no repetir patrones”.
Claudia Lobo
No somos egoístas
Para ellos no tener hijos es su contribución a la conservación del planeta. “El tráfico está destruyendo al mundo», “el mundo se está consumiendo poco a poco”, son algunas de las razones que esgrimen para no tener niños.
Sencillamente “no somos egoístas; en realidad estamos salvando a seres humanos de crecer sin educación y con carencias”, dice una parte de las conclusiones.
Porque no quiero
La generación de los millennials fue definida por primera vez por los demógrafos estadounidenses William Strauss y Neil Howe. Ellos establecieron una serie de rasgos propios de esta: especial, protegida, segura, orientada al trabajo en equipo, convencional, presionada y exitosa.
Otros autores la han clasificado como un grupo con rasgos de confianza y tolerancia, pero también un sentido de derecho y narcisismo, que los hace ser reconocidos por sus caprichos, independencia y criterios propios que justifican su poder de elección. Por lo que la decisión de tener o no hijos para los millennials no necesita de razones o justificación ante la sociedad.
Esto, aunado a la influencia de otras culturas, el cambio en la forma de relacionarse a través de la penetración de la tecnología en el tiempo en el que creció esta generación, hace que sus decisiones se basen en una mirada “más amplia del mundo”.
Sus esquemas mentales con respecto a la relación de pareja son muy diferentes a la “de estabilidad” que caracterizaba a otras épocas. La famosa frase de “si no funciona, me divorcio” es muy común entre ellos.
Millennials libres e independientes
Su autonomía e independencia también hace de los millennials una especie de “ciudadano del mundo” sin bandera, ni hogar definido. Estudios laborales realizados en Estados Unidos resaltan que los jóvenes entre 18 y 34 años contemplan como máximo dos años para permanecer en un mismo empleo.
Viajar, conocer, vivir nuevas experiencias es su combustible, forma de ver la vida que dista mucho de la llamada “planificación a futuro” que implica tener un hijo, cuya inversión parece resultar mucho menos atractiva para esta generación.
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