En tres años (2016) serán las próximas elecciones presidenciales en los Estados Unidos, a esta altura debemos preguntarnos: ¿podrá en el 2016 una mujer llegar a ocupar el puesto más poderoso del mundo? Si tuviera que responder esta pregunta, diría que sí. Esa mujer sería Hillary Clinton, una de las políticas más influyentes en el mundo de los últimos 10 años.
En el 2008, Hillary compitió con el actual presidente Barack Obama en las elecciones internas del Partido Demócrata, por la candidatura presidencial con miras a la contienda electoral de ese año. Cuando Obama ganó las elecciones generales, Clinton fue nombrada como Secretaria de Estado de los Estados Unidos, a mi juicio, el puesto más poderoso del gobierno norteamericano. Como jefa de la diplomacia norteamericana, mostró su talante para resolver conflictos, y rompió todos los récords de millas viajadas por un funcionario, sumando un total de 956,733.
Al mismo tiempo que trabajaba en Rose Law Firm, Hillary desempeñó el papel de “First Lady of Arkansas”, desde donde abogó por enfrentar problemas que afectaban a los niños, así como por mejoras en el sistema educativo de ese estado.
En el 1993, los Clinton entraron a la Casa Blanca como Presidente y Primera Dama de los Estados Unidos. Estuvieron ahí hasta el 2000. A diferencia de las otras Primeras Damas, exceptuando a Eleanor Rossvelt, Hillary fue más allá de desempeñar los roles establecidos para la esposa del Presidente. Su estadía en la Casa Blanca se caracterizó también por ser parte en la toma de decisiones para asuntos públicos, como fue el caso de la Reforma Nacional de Asistencia Médica (o Seguridad Social).
Las mieles del poder suelen ser buenas, pero también pueden desubicar a quienes la disfrutan. Bill Clinton puede explicar perfectamente lo dicho anteriormente, pues para nadie es secreto su relación extramatrimonial con Mónica Lewinsky, una de sus asistentes en la Casa Blanca. Para Hillary, probablemente ese episodio fue una de las pruebas más duras de su vida, tanto política como personalmente.
No tenemos los detalles de las discusiones entre Bill y Hillary en su habitación en el ala Este de la Casa Blanca. Tampoco nos debe interesar. Lo que si sabemos, es que ella tuvo el coraje de enfrentar este hecho tan potencialmente humillante para su persona, y colocó la estabilidad de su familia y del Gobierno por encima de esa infidelidad.
Esta gran mujer, valorada por la revista Forbes como una de las 15 mujeres más poderosas del momento en el mundo, ha tenido una carrera política intachable. Su paso por los principales estamentos del Estado la perfilan como la primera mujer presidente de los Estados Unidos. En cualquier caso, de esto no llegar a ocurrir, no podemos negar que Hillary Clinton ha allanado el camino para que algún día, la primera potencia del mundo tenga una mujer presidente.
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