Si has salido de noche y perdido más celulares de los que recuerdas, si ya van varias personas que dicen que “nunca te han visto sobria” y si tus hábitos han perjudicado tus relaciones personales, podrías estar bebiendo de más.
El alcohol tiene algo. Después de varios tragos, la otra gente (y hasta una misma) se pone más linda, es más fácil hablar (casi siempre disparates) y una como que se ríe más. El alcohol tiene algo, definitivamente.
El problema está en el poder adictivo de ese condenando algo. Piensa en las siguientes preguntas, y si respondes que sí a todas, quizás tu relación con los licores es mucho más peligrosa de lo que te parece:
¿Sabes cuánto bebes?
Hay noches en que es difícil llevar las cuentas; el shot de bienvenida al bar, la ‘pequeña’ para empezar, los tragos dulces, la probadita de lo que pidieron tus amigas y luego el resto de los shots para celebrar que son las doce, que llegó gente al bar, que la noche sigue, que te vas a casar con un extraño y así.
Son muy divertidas esas noches, pero sólo si no ocurren varias veces al mes. Es como comer tu plato favorito; si tuvieras que comerlo todos los días, eventualmente te cansarías de él. Pasa eso con las bebidas alcohólicas, el cuerpo se cansa; la dependencia y la tolerancia aumentan (y con ellas los tragos).
Lo recomendable, según estudios, es no consumir más de dos o tres tragos al salir y durar un tiempo sin ingerir bebidas luego de una de esas noches particulares.
¿Bebes para no pensar?
Cualquiera tiene un día que sólo se arregla con una copa de vino al llegar a casa. Cualquiera tiene un día en el que tiene que apurar la cerveza de un sorbo para dejar de pensar en el boche injusto del jefe.
Cualquiera tiene un día. Pero sólo quien ha creado dependencia busca una botella de un licor fuerte para mejorar un día regular. Sólo quien ha creado dependencia bebe hasta olvidar los eventos de la noche, todas las noches. Beber demasiado para “olvidarse de los problemas” es una receta para malas decisiones, ganarse que tus amigos dejen de invitarte a salir con ellos y no solucionar el problema por el que empezaste a beber en primer lugar.
¿Bebes por presión?
Quizás no te guste beber realmente. La versión sobria de ti retuerce la boca pensando en el sabor amargo del alcohol, y en esas mañanas de lucidez te das cuenta de que no te hace tanta falta como la versión ‘borracha’ de ti asegura.
Pero llega la noche, saliste y tus amigos/as piden la primera ronda. El ambiente te acelera, te agobia la sensación de que tus amigos están bebiendo más que tú, o parece que se divierten más que tú y la primera ronda pasó hace seis tragos y no te diste cuenta, sigues bebiendo. A la mañana siguiente, la versión sobria de ti tiene lentes oscuros y se acuerda de lo amargo que sabía el ron.
Si te pasan cosas parecidas, debes buscar ayuda. Muchos pensarán que no hay por qué tomarlo tan en serio, pues de eso se trata ser joven. Muchos pensarán que sólo es una etapa. Si tienes suerte, quizá lo sea, quizás este artículo sea suficiente para saber que te toca “bajarle algo” al ‘trago social’.
Sin embargo, si tus síntomas (o los de alguien que conoces) te preocupan lo suficiente para dedicarle un tiempo a una lectura del tema, puede que ya sepas que no es sólo una fase, o parte de la edad. Para estar segura, pídele a tus amigos/as que te cuenten honestamente lo que hiciste una de las noches que probablemente no recuerdes muy bien. Quizás no te guste lo que oigas.