Nos ha pasado que después de un largo día, de tanto pensar y recordar; sencillamente no podemos olvidar todo lo hermoso y grandioso que han recorrido nuestros ojos.
Ese sentimiento de nostalgia que una vez más se posa en nuestros corazones, y la incertidumbre que yace en nuestra mente, de deducir que pasaría si todo hubiera sido diferente. Si en ese instante no ocurriría, lo que ya de alguna manera u otra, forma parte de nuestro pasado y está claro, que, si lo has pensado o quizás sentido, entonces no podemos dar vuelta atrás, porque ya está hecho y ha ocurrido.
Por suerte, tenemos la noche; esa que nos acompaña siempre, a donde vamos y a donde quisiéramos ir en algún momento. La que nos transporta a los lugares más soñados como también inesperados; la única que es capaz de poner en orden, algunas situaciones de nuestra mente y nuestros corazones. Púes su mejor trabajo se destaca después del día, estando por un largo tiempo con nosotros, recordándonos el pasado, estar en el presente y enseñarnos a afrontar el futuro. Y es que con ella o sin ella, sabemos cometer las mejores locuras como seres humanos; pero al final regresamos a sus brazos para darle gracias y terminar rindiéndonos ante su valioso tiempo, que una vez más nos recoge y nos muestra esa sensación de que por el día de hoy, ya todo ha terminado.
Te da la esperanza de que mañana regresará el día y volverás a intentarlo, pero también te recuerda que si no lo has logrado o tal vez no ha salido como querías, pues en ese instante te acordarás que ya va a llegar la noche. Quizás a ayudarte a poner algunas cosas en orden o tal vez que seas tú, quien nuevamente le agradezcas por no haber estado solo o sola cuando necesitabas de alguien.
De ser así… esta va a ser una larga noche.
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