Cuando era una niña, iba todos los sábados a casa de una de mis mejores amigas hasta la fecha, y, junto a nuestras hermanas, pasábamos la tarde entre risas, comer pizza y entreteniéndonos con el juego que se nos ocurriera. Uno de los juegos que rara vez se quedaba en nuestro play date era el telefonito, que probablemente la mayoría de ustedes, las lectoras conoce. Este juego está basado en inventar una historia lo suficientemente interesante como para que todas las jugadoras quisieran agregarle un poquito de sazón, cambiándola, haciendo que nunca llegara al receptor final de la historia original.
Un juego extremadamente famoso que se basa en el entretenimiento más viejo del mundo: el chisme.
Con lo que no contaba la Britney de diez años es que ahora, en sus veintes, estaría no solamente jugando el telefonito a mayor escala (porque el chisme es un pecado universal, no se hagan las santas) sino que también estaría escribiendo sobre porqué, como usuarios del mundo -con nuestra cambiante dinámica de comportamiento y lo que somos como sociedad- amamos TANTO el chisme, no solamente en nuestro día a día, sino en el marketing.
Porque no hay campaña publicitaria, de comunicación y del mundo del espectáculo en general que suba más rápido que la que inicia con un rumor, adornada con una pizca de veneno.
Dicen por ahí…
Cuando pensamos en “chisme” la mayoría de la gente piensa en personas reunidas para comentar algo negativo de alguien más, acompañados (o no) de unos mimosas o cerveza (depende si el chisme fue en brunch o en viernes por la noche). Aunque -según la revista Time- el chisme muchas veces se resume en hablar de aquellos que no tenemos al frente, para alabarlos…o para acabarlos.
Sin embargo, nadie parece resistirse a las garras de esta nociva pero adictiva actividad. Y, ¿Por qué?
La ciencia (sí, hay estudios sobre el tema) tiene varias teorías con respecto a nuestro amor tóxico con hablar sobre las demás. Algunos adjudican la práctica de chismear a la supervivencia: Somos seres sociales, necesitamos de otros para sobrevivir. Por eso, poder intercambiar información “valiosa” de otros a cambio de la confianza, información y/o ayuda del receptor siempre ha sido una moneda valiosa.
Guardando relación con este punto, otros expertos señalan que el valor del chisme está en el hambre de poder: la sensación de controlar la vida de otros, la percepción de los demás sobre alguien en específico o el beneficio de controlar la narrativa a nuestro favor. Es precisamente en este último punto donde el marketing encontró su plan de acción.
Oscar Wilde nunca ha dejado de tener razón
De la ficción a la cruda realidad, el chisme siempre vende
Hoy en día, lamentablemente, el chisme se ha apoderado de la comunicación en más renglones que la sección de farándula de los periódicos y los programas de radio y televisión. En la actualidad, los profesionales del área necesitan que un entrevistado diga la frase correcta para ponerla en el título de Youtube como clickbait y generar los views que le paguen al equipo, porque tristemente el talento y el mérito no parece ser suficiente.
Ya no hay lanzamiento de canción sin show en las redes, ni colaboración que vengas sin antes tener una “tiradera”… El mundo descubrió la formula y no parece soltarla: llevar vidas nunca pasará de moda.
Cuando pienso en esta tema, lo más predominante en mi cabeza es la serie Gossip Girl, que al enseñarnos a estar interesadas en las vidas de mujeres con lujos envidiables, relaciones tóxicas y personalidades icónicas (saludos a Blair Waldorf) nos arropó como adolescentes y nos brindó una especie de premonición sobre el futuro de la realidad adulta: Si el sexo vende, el chisme aún más.
Y aunque esta sea la nueva norma, no podemos negarnos que (como todo en exceso) el chisme y su explotación comercial satura y abruma, pero como es como un ex tóxico: decimos que lo vamos a dejar y lo seguimos buscando.
Aunque muchos lo ven como algo negativo, nadie se niega ante un buen chisme
La verdad que nadie quiere afrontar es que nos quejamos de que esta sea la forma de comunicarnos hoy en día, pero si sigue apareciendo contenido sobre personas que no dejan de aparecer en nuestras pantallas (por un lío de parejas hoy, y un escándalo de paternidad mañana) es porque nosotros lo seguimos buscando.
La pregunta es, ¿Pasará como con todo lo que es sobreexplotado y algún día esta práctica pasará? ¿Volveremos a los tiempos de solo disfrutar el talento y estar emocionados por las canciones de un álbum, más allá de conocer para quién fue dedicado? Solo el tiempo dirá si avanzaremos como sociedad lo suficiente para dejar el chisme a un lado.
Mientras tanto, el primer paso para reconocer un problema es aceptarlo:
Todos somos gossip girl, aunque queramos negarlo. Xoxo
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