Nada mejor que escribir sobre la vida o la «etapa de cosecha» que estoy viviendo y que defino como misión cumplida.
Cuando cumplí 38 años, tenía un divorcio por delante y tres hijas menores que educar y orientar, muchas interrogantes pasaban por mi mente. ¿Cómo podré salir adelante con esta responsabilidad y no sucumbir en el intento? Me caí muchas veces, pero la gracia de Dios y el apoyo familiar nunca me faltaron y eso me ayudó a levantarme. Pienso que las mujeres divorciadas que no llevan buena relación con el padre de sus hijas comprenderán lo que describo.
Las hijas de repente crecieron y ya eran tres adolescentes del mismo tamaño, pero distintas en su modo de pensar, lo que me obligaba a ser la buena, la mala y la fea en la casa. En ese caer y levantarme siempre sentía la seguridad de que sembraba en buen terreno y que el sacrificio no sería en vano. Pues, si no me levantaba nadie iba a la escuela, nadie preparaba el desayuno y mucho menos iría al colegio.
En todos los momentos de nuestras vidas he sentido la presencia de Dios en mis días. Muchos ángeles me acompañaron en ese laberinto que fue mi vida mientras encaminaba a mis hijas para dar el salto cuántico hacía su vida universitaria y adulta.
Me decidí por este tema para expresar el sentimiento profundo de gratitud que nos abraza para el resto de nuestras vidas. Escribo en plural porque es el sentir de toda mi familia: padres ejemplares, hermanos incondicionales y amigos increíbles que me acompañaron en estas etapas. No hay palabras para describir su entrega y su amor incondicional mientras mis hijas crecían, decidían elegir una carrera universitaria y se hacían profesionales.
Siempre le pedía a Dios que me diera buena intuición para tomar las decisiones acertadas en cada circunstancia de la vida. Le pedía tener salud para poder seguir desarrollándome como ser humano y para poder acompañar a mis hijas en las experiencias que les tocara vivir.
Ya que hoy he entregado a la sociedad tres mujeres profesionales, responsables, honradas, fuertes y amorosas, puedo mirar atrás y comprender que esos desvelos y experiencias me llevaron a encontrar algo dentro de mí que hoy identifico como ‘valentía-coraje-fuerza interior’. La suma de todo eso me hace sentir plenamente satisfecha de la decisión que elegí al momento de ser madre soltera.
¿Que si fue fácil? Claro que NO. Trabajar, despertarlas, preparar desayuno, llevarlas al colegio, rendir en el trabajo que me desempeñaba, recogerlas en el colegio, llevarlas a casa, comer algo, supervisar sus tareas, las reuniones en el colegio, arropaban mi mundo.
Muchas veces me miraba en el espejo y me decía: el tiempo está pasando. ¡Y en realidad ha pasado mucho tiempo! Hoy tengo tres seres humanos increíbles como hijas, profesionales, esposas y madre. Son mi orgullo, mi satisfacción y me hacen sentir que la misión está cumplida, así que ¡salud!
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